camino francés

A lo largo de la historia, por infraestructura, número de peregrinos, continuidad temporal y simbología, el CAMINO FRANCÉS ha sido el Camino de Santiago por antonomasia.

La Reconquista, y el traslado de la capital del reino a León, favorecieron la consolidación del actual trazado, y a partir de 1127 quedó fijado el paso pirenaico de Ibañeta frente al de Somport. Monarcas como los navarros Sancho el Mayor y Sancho Ramírez, o los de León y Castilla Fernando I o Alfonso VI, promovieron la repoblación de los burgos del Camino y el paso de peregrinos, empresa en la que colaboraron el papado y la abadía de Cluny. Un sinfín de monasterios y hospitales, algunos de fundación regia, ofrecían su asistencia a los romeros.

Durante las dos primeras décadas del renacimiento jacobeo contemporáneo, que principia en los años 80, la primacía del Camino Francés resultaba indiscutible. Sin embargo, con el cambio de milenio comenzó a perder peso porcentual respecto a los restantes caminos, y si en 2005 todavía representaba el 84,5% del total, quince años después tan solo es elegido por el 54,6% de los peregrinos.

En el Camino Francés serás protagonista de una de las más grandes aventuras de la humanidad, siguiendo los pasos de los miles de peregrinos que te precedieron, cuyas almas brillan en la Vía Láctea.

Desde el Pirineo, bien por el ramal navarro, bien por el aragonés, recorre entre 780 y 880 km. El principal punto de partida de largo recorrido es, superando a Roncesvalles, Saint-Jean-pied-de-Port, en la Baja Navarra francesa. En 2019 y por vez primera, la modalidad del corto recorrido, los 100 últimos km desde Sarria, ha superado a todos los restantes puntos de partida, y la dimensión internacional primigenia de larga distancia se ha estancado.

Sarria es el principal lugar de inicio del Camino, con el 27,7% del total, una realidad que certifica la deriva comercial y turística de la ruta. Por fortuna, muchos de los que cubren estas cuatro o cinco jornadas descubren que peregrinar es mucho más que una breve excursión, y regresan al itinerario dedicándole más tiempo.

El Camino Francés en Galicia es apto para todo el mundo, y a ello ha contribuido la explanación de sus vías tradicionales, transformadas en pistas homogéneas carentes de personalidad. El único accidente del relieve significado es el ascenso a O Cebreiro. Entre Melide y Santiago también se suceden las subidas y bajadas, pero de escasa entidad.

Por el valle del Valcarce y los montes de A Faba nos introducimos en una zona de suaves montañas que sirve de bisagra entre Os Ancares y O Courel. De ella se baja al boscoso valle del Oribio, antesala de la Terra de Sarria. Superado el Miño en Portomarín, hemos de cruzar la comarca de la Ulloa, y ya en la provincia coruñesa las de Melide y Arzúa antes de llegar a Compostela.

Sublimes el valle del Oribio con sus bosques, el monasterio de Samos, la iglesia de Portomarín, el puente de Leboreiro, el Monte do Gozo…

Pese al peso histórico, el Camino Francés en Galicia no es generoso en monumentos, siendo los más sobresalientes el núcleo de O Cebreiro, el monasterio de Samos y la iglesia de San Nicolás de Portomarín.

De lo que no cabe la menor duda es que la oferta de servicios para el peregrino, y más concretamente de albergues y otros alojamientos, es enorme, y además no para de crecer. Incluso así, en fechas punta puede estar todo completo, sobre todo en los fines de etapa clásicos.

Para completar el Camino Francés gallego desde Villafranca del Bierzo es menester contar con entre 7 y 9 días, uno más para dedicárselo a Santiago.

 

¿CÓMO LLEGAR A VILLAFRANCA DEL BIERZO?

-Hemos elegido Villafranca del Bierzo por ser una localidad relativamente bien comunicada (en mejor medida lo está Ponferrada, con línea férrea, y peor O Cebreiro), pero sobre todo porque su vínculo cultural con Galicia es grande. Situada en el borde de la depresión del Bierzo, es la puerta hacia el estrecho valle del Valcarce, por el que se asciende a O Cebreiro.

En autobús, con Alsa se puede llegar sin escalas tanto desde Oviedo (3 h 50 min, 20 €) o León (2 h 30 min-2 h 45 min, 11 €) como desde Madrid (Estación Sur, Intermodal Moncloa o Aeropuerto Adolfo Suárez-T4, de 5 h a 6 h 20 min, 32 €). En sentido contrario la misma empresa presta el servicio desde Santiago, vía A Coruña y Lugo (3 h 25 min-4 h, 21 €).

-Si se llega a Ponferrada en tren [ver Camino de Invierno o del Sil], habrá que seguir en bus hasta Villafranca con Alsa (30 min, 3,6 €) o en taxi (20 min, 30-35). Andando sería una etapa corta y fácil de 22,3 km, un día más de marcha.

tramos

TRAMO VILLAFRANCA DEL BIERZO-SARRIA (69,8 km, por Samos 76 km)

descripción

A la salida de Villafranca comienza el angosto Val carceris, formado por el río Valcarce, donde el Camino circula en gran medida en paralelo a la antigua N VI, sobre la que sobrevuela la A 6. La mayoría del tiempo lo hace por un corredor hormigonado separado de la carretera por bloques prefabricados, solución en su día aceptable para protegernos del tráfico, pero actualmente absurda, y desde luego poco peregrina y nada ecológica.

Después de atravesar Pereje y Trabadelo, bonitas poblaciones viarias, nos desviamos de la nacional hacia el fondo del valle para pasar por Vega de Valcarce, principal localidad de la zona. El sector con más arbolado ripícola se prolonga hasta Herrerías, donde comienza el puerto.

De los 9 km que faltan hasta O Cebreiro, tan solo 7,5 km son de cuesta arriba, y el tramo más duro el que coincide con una calzada romana, entre castaños centenarios, hasta A Faba. A partir de aquí ya no hay árboles, solo praderas y matorral, pero si una segunda aldea para avituallarse, A Lagúa, antes de llegar a la cumbre, que se sitúa a 1.296 m en O Cebreiro.

O Cebreiro es un mito por muchas razones: su posición al final del puerto, la pervivencia de un conjunto de pallozas, su iglesia prerrománica, el milagro eucarístico (maravilla del ayer que a pocos interesa en el presente), la gran epopeya aquí iniciada para resucitar la peregrinación jacobea por parte del cura Elías Valiña (cada día más sumida en el olvido)…, en suma, un lugar imprescindible.

 

El mito sólo es reflejo de una realidad. (Los pasos perdidos, Alejo Carpentier)

 

Quien hubiera pensado que las cuestas se habían terminado estaba confundido, porque desde O Cebreiro aún hay que subir el Alto de San Roque, y tras Hospital da Condesa el Alto do Poio, que con sus 1.335 m es el techo gallego del Camino. Es cierto, no obstante, que se trata de pequeñas cotas que no exigen un gran esfuerzo.

Desde O Cebreiro te proponen dos alternativas, similares en distancia, hasta Liñares: al borde de la carretera pero en un plano superior, el itinerario histórico; a la izquierda del albergue, la variante operativa hasta 2016, con más subida y bonito trayecto por el monte, pero han asfaltado la bajada dejando una minúscula senda.

Entre O Poio y Fonfría se recorre la legua do Rañadoiro, un altiplano desde el que se desciende hacia Triacastela y el valle del Oribio por un bello tramo que, en su parte final, circula a la sombra de longevos castaños.

Escucha Sancho, porque un Camino sin O Cebreiro es tan triste como dormir sin haber cenado. Quienes la subida no realizcen, y su milagro no admiren, no podrán llamarse peregrinos.

En Triacastela, pequeña localidad itineraria con su iglesia de Santiago y todo tipo de servicios, el itinerario ofrece dos posibilidades para llegar a Sarria:

A) La más directa y corta por San Xil, que sobresale por la belleza natural del Valdescuro, hasta A Balsa, y por los robledales que la acompañan hasta Furela, siempre entre pequeñas aldeas.

B) La variante de Samos, 6 km más larga, que además del atractivo que ofrece el poder conocer su gran monasterio benedictino, recorre los bosques más densos del Camino gallego a través del curso del río Oribio.

Ambas se vuelven a juntar en Aguiada, para proseguir a Sarria al borde de una carretera.

Sarria es la población de mayor tamaño en el Camino Francés gallego, una pequeña ciudad que presenta dos zonas claramente diferenciadas: la inferior, con largas calles de edificación moderna y su zona de paseo y terrazas junto al río; y la parte alta, con el eje de la Rúa Maior, ocupada por el casco antiguo con la iglesia del Salvador (siglo XIII), el torreón que resta del castillo y el convento de la Madalena (siglos XVI y XVIII).

Nuestras sugerencias

O Cebreiro. Pese a la explotación comercial del pequeño enclave, los peregrinos seguimos experimentando una inexplicable emoción al entrar por tan singular puerta a Galicia. Quizá se trate de un sentimiento ancestral fraguado por la tradición, o porque constituye uno de los vértices esenciales del Camino. Vívelo y saca tu propia lectura.

-Justo después de pasar el Alto de O Poio, sigue la nueva variante, muy poco concurrida, que parte a la derecha para dirigirse a Fonfría. Va mayor altura que el camino paralelo a la carretera, y ofrece panorámicas de ambas vertientes de la sierra por la legua do Rañadoiro. No temas, tan solo es 200 m más larga.

-En Samos acércate a la capilla del Ciprés, apartada de la ruta pero únicamente a 200 m del monasterio. Se trata de un edificio mozárabe del siglo X, y está acompañado por un esbelto ciprés, catalogado como uno de los árboles más antiguos de España (algunos le atribuyen un milenio). Por supuesto, también debes pensar en visitar el monasterio, con claustro menor del siglo XVI e iglesia y claustro mayor neoclásicos (siglo XVIII).

Sarria es la Kansas City de la fiebre amarilla, donde el número de peregrinos se multiplica de golpe por dos. Gran parte de su actividad pivota en torno al Camino, por lo que pese al bullicio te sentirás en tu salsa. Si tienes que completar algo en tu equipo acude a la Peregrinoteca, tienda especializada que suministrar a peregrinos de medio mundo.

TRAMO SARRIA-MELIDE (63 km)

descripción

¡Donde ruge la marabunta! [título de una película de 1954, protagonizada por Charlton Heston, en la que estas voraces hormigas arrasaban todo lo que encontraban a su paso, metáfora del abarrote que sufre en Camino entre Sarria y Santiago]

 

Muchos peregrinos califican el trayecto que va de la vega sarriana al Miño como uno de los más bonitos del Camino Francés. En efecto atractivos no le faltan, pues la existencia de prados, bosquetes caducifolios y enclaves rurales que se han reactivado para prestar servicios a las multitudes lo convierten en un tramo muy ameno.

Al poco de abandonar Sarria cruzamos la ponte Áspera, con fábrica del siglo XIII. Al aproximarnos a la vía férrea, la variante de Zanfoga la cruza para proseguir hasta A Pena, pero no vale la pena seguirla, pues aunque es ligeramente más corta traga más asfalto.

El Camino principal cruza cuesta arriba, entre castaños, el castro de Paredes, y pasa muy cerca de la iglesia románica de Barbadelo. Las carballeiras nos acompañan hasta el molino de Marzán, y tras cruzar la LU 633 (aquí llega la variante) se suceden un buen número de pequeños núcleos rurales cuyo nombre será imposible de recordar. Entre ellos surge el km 100, el más fotografiado de la ruta. Portomarín nos espera al otro lado del Miño.

La bajada al Miño, embalsado en Belesar, se puede hacer hasta por tres caminos, siendo recomendable, para los peatones, el más pronunciado, que discurre encajado en la roca en su parte final.

Atravesado el puente de hormigón, procede ascender por un arco de la medieval Pons Minea, recuperado antes de que el embalse anegara el viejo Portomarín. La nueva localidad, diseñada al estilo de las villas de colonización en los años 60, pero con traslado de algunos monumentos para que no perdiese por completo sus referentes históricos, es la que cuenta con más albergues de todo el Camino.

Desde el Miño se sube sin parar hasta la Serra de Ligonde, pero sin grandes pendientes, muy suavemente. Los pinares ganan ahora terreno, pero por ser una zona ganadera se mantienen los prados y los cultivos de forrajeras.

Al aproximarnos a Gonzar de nuevo dos variantes: la de la izquierda es la histórica, y atraviesa la aldea, mientras que la paralela a la carretera la orilla.

El panorama cambia, después de cruzar la N 640, al otro lado de la sierra, pues ahora entramos en la comarca de A Ulloa, famosa por su producción de quesos y castañas. En Ligonde una cruz marca el lugar en el que hubo un cementerio de peregrinos. Aunque los eucaliptos comienzan a abundar, el paisaje sigue siendo amable hasta Palas de Rei, desde donde contemplamos por vez primera el Pico Sacro.

Divino ese cefalópodo, monstruo marino de ocho brazos con ventosas, que los gallegos, tras cocerlo en un caldero y aderezarlo con aceite, sal gorda y pimentón, han sabido convertir en manjar.

Entre el moderno núcleo de Palas y Melide hemos de superar el encuentro con la A 54, autovía poco respetuosa con el Camino, y paso posterior por San Xulián do Camiño, con su iglesia románica. Los bosquetes se prolongan hasta el inicio de la provincia de A Coruña, que se efectúa por la calzada, hoy soterrada, de Leboreiro.

Tras pasar por Leboreiro, con su iglesia y puente medievales, pisamos un terreno pedregoso y yermo, la gándara de Melide, donde en su día se les ocurrió colocar un polígono empresarial en medio y medio del Camino Francés, camuflándolo con la plantación de arbolitos.

En Furelos superamos el río del mismo nombre por un puente medieval, originario del siglo XII, de cuatro arcos. Desde aquí ya solo resta ascender a Melide, villa en posesión de un pequeño conjunto histórico pero, sobre todo, famosa por sus pulpeiras. Aquí confluye el CAMINO PRIMITIVO.

Nuestras sugerencias

-Entra a sellar en la iglesia románica Barbadelo (siglos XII-XIII) que además de estar dedicada a Santiago, representado como Peregrino en el retablo, perteneció a un monasterio. Entre sus curiosidades están el tímpano, donde verás unos entrelazos muy célticos, y la torre, encastrada en el edificio y sostenida por dos arcos con capiteles historiados.

-El principal monumento de Portomarín, de obligada visita, es la iglesia de San Nicolás. Perteneció a la encomienda de San Juan de Jerusalén, y responde a la idea de un templo-fortaleza, de nave única muy alta iluminada por dos rosetones. La portada occidental es una síntesis de la Gloria descrita en el Apocalipsis, con el Pantocrátor y los 24 ancianos músicos.

-Tras la aldea de Castromaior, inmediato al Camino se emplaza el castro que, haciendo honor a su nombre, es uno de los más grandes de Galicia. Podrás apreciar su estructura por estar parcialmente excavado. Dispone de hasta seis recintos defensivos, y muchas viviendas de planta cuadrada o rectangular, lo que certifica su romanización.

-No dejes de pararte un instante ante un monumento humilde pero cargado de simbolismo: el cruceiro de Lameiros. Fue levantado en 1674 y en la cruz muestra al Crucificado y, en la cara opuesta, una Piedad. En la base fueron labrados los elementos de la pasión, entre ellos una calavera.

-El pequeño núcleo de Furelos sobresale por su puente medieval, pero últimamente también ha cobrado fama por el Crucificado que custodia en su iglesia parroquial de San Xoán. Su mérito, que tiene un brazo desenclavado, como la célebre imagen de Segovia. Pon su sello y lo llevarás en la credencial.

-Si por algo es conocida Melide entre los peregrinos es por sus pulpeiras (hay varias), y más concretamente por la de Ezequiel, que mantiene el estilo tradicional de estos locales con sus mesas y bancos corridos. ¡No te la pierdas, es uno de los rituales míticos del Camino!

TRAMO MELIDE-SANTIAGO DE COMPOSTELA (53,5 km)

descripción

No bien hemos partido de Melide, transitamos al lado de la iglesia románica de Santa María (siglo XII), de una nave con su ábside semicircular. Dentro conserva el altar medieval, y unas pinturas murales de principios del siglo XVI que representan la Trinidad y el Tetramorfos.

Nueva bifurcación tras la iglesia: de frente el camino que pasa por la pontella del regato Catasol, una de las fotos más buscadas del Camino Francés; a la izquierda la variante de Penas, ligeramente más larga y también más sosa.

Superado el arroyo Catasol se asciende a Raído, para descender de nuevo a Boente al lado de su fuente e iglesia de Santiago. Un pronunciado tobogán nos lleva hasta el río de Boente, y la montaña rusa continúa, haciéndonos sudar tinta, hacia Castañeda. Un extenso eucaliptal separa este valle del siguiente, todos ellos transversales al Camino.

¿Cansados de tantas variantes? Una más tras cruzar el río Boente: al frente el camino por Castañeda, ahora calificado de “Complementario”, con más asfalto; a la izquierda el de Pedrido, con subida algo más acusada. Cada uno con su bar, distancia parecida, no nos pronunciamos.

A la vera del río Iso se reitera el binomio puente-hospital. La posterior subida a Arzúa es dura. El pueblo, moderno y estirado sobre la N 547, posee una animada alameda, y la capilla gótica de la Madalena (siglo XIV). A Arzúa llega la principal variante del CAMINO NORTE.

Proseguimos por un terreno quebrado, ahora para cruzar el arroyo de As Barrosas, con posterior subida por un terreno en el que conviven las repoblaciones de eucaliptos con los pastizales asociados a las granjas de vacuno, aunque junto al Camino suele haber robles.

Los topónimos asociados a la vía van marcando la ruta: Tabernavella, Calzada, Calle, A Brea, A Rúa. En Salceda podrás ver un sencillo monumento, memorial del peregrino Guillermo Watt, aquí fallecido en 1993; no es el único, ya que en el Camino Francés son varios los instalados en los últimos años, estableciendo un contraste con el anonimato de los que perecieron en el pasado.

Desde O Empalme, encrucijada con bares-restaurantes, se baja a Santa Irene, donde la fuente y capilla suelen ser ignoradas por los peregrinos. Fin de etapa habitual para dar el salto definitivo a Santiago, O Pedrouzo, capital del concello de O Pino, es otro núcleo moderno, repleto de albergues y pensiones, agrupado en torno a la nacional.

Me quedo mi señor con la meta y sus alegres tabernas, auténtico bálsamo de Fierabrás que me ha hecho olvidar todas las cuestas, privaciones, dolores y noches en malas posadas.

Los últimos pasos nos llevan a Amenal, donde comienza la subida hasta la Cima Barreira, espacio en el que estaba proyectado un segundo polígono empresarial, como en Melide (¡no aprendemos a proteger el Camino!). Justo después la ruta fue comida por el aeropuerto de Lavacolla, que es preciso rodear, pasando bajo la carretera que le sirve de acceso.

En Lavacolla los peregrinos del ayer se lavaban en su modesto arroyo antes de llegar a Compostela. La última cuesta se prolonga hasta Vilamaior, y por un nuevo eucaliptal continuamos hasta San Marcos, con su capilla, y el Monte do Gozo. Por fin podremos contemplar las torres de la catedral y la meta.

De la entrada en Santiago más vale no hablar, aunque se está mejorando el recorrido con vistas al año santo de 2021. En cierto modo ya nos dará un poco igual, porque lo importante es llegar. Obviamos detallar el tramo comprendido entre el barrio de San Lázaro y la encantadora Rúa de San Pedro, desde la que accedemos al casco antiguo por la Porta do Camiño. Casas Reais, la Praza de Cervantes y Acibechería nos dejan ante la catedral. Hemos llegado a Santiago de Compostela.

Todo lo bueno se acaba, y en este caso lo breve no será dos veces bueno, sino hasta cierto punto frustrante cuando ya estábamos pillándole el punto al Camino. Puede que la meta sacie a algunos, objetivo cumplido y a otra cosa mariposa, pero a los más inquietos sólo les parecerá un principio, probablemente un hasta pronto.

 

Hemos olvidado que nuestra única meta es vivir y que vivir lo hacemos cada día y que en todas las horas de la jornada alcanzamos nuestra verdadera meta si vivimos. (Jean Giono)

 

Nuestras sugerencias

-Respira hondo y desea que nunca termine el paso del arroyo Catasol, vergel de alisos, robles y abedules. Cruzamos su rústica pontella, que no alcanza la categoría de puente, en un escenario que podría ser la morada de las ninfas.

-Entra a la iglesia de Santiago de Boente, con su popular y simpática imagen de Santiago Peregrino (siglo XIX). Te quedarás con él para siempre, porque a cada peregrino nos regalan una estampita.

-Te instales en él o no, detente en el albergue público de Ribadiso, inmediato al puente medieval de un arco. La recuperación de los viejos edificios, que acogieron un hospital de peregrinos desde el siglo XIII, ha sido un pleno acierto por parte de la Xunta. El río hace las veces de una piscina natural.

-En Arzúa hay un producto de obligada cata: el queso de vaca que lleva su nombre. Amparado por la denominación de origen Arzúa-Ulloa, de pasta blanda y con forma cilíndrica y aplastada, es, junto con el de tetilla, el más conocido de Galicia. Os recomendamos el de granja, a poder ser elaborado con leche cruda. ¡Buen provecho!

-Resulta chocante que a día de hoy no se sepa a ciencia cierta donde estaba exactamente el Monte do Gozo. Denominado en gallego Monxoi, evolución del francés Montjoie, en el pasado fue receptor de muchas emociones, y también de locas carreras por saber quién era el primero en ver las torres de la catedral, proclamado por sus compañeros “rey de la comitiva”. Si te conformas con el mamotreto escultórico en recuerdo de la visita de Juan Pablo II (1989), al borde del Camino, allá tú, pero desde la colina vecina, decorada con las figuras de un par de peregrinos extasiados, la vivencia es mucho más gratificante.

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